CONVICCIÓN Y ENTEREZA; PROBLEMÁTICA EXISTENCIAL
Marco Antonio
Figueroa Quinto
*Para manipular eficazmente a la gente, es necesario
hacer creer a todos que nadie les manipula. John Kenneth Galbraith
A través
de la convivencia con diversas personas he considerado que la convicción y
entereza puede ponderarse a través de decisiones menores y cálculos racionales
pero su núcleo y su elemento por lo regular es irracional. Al afirmar lo
anterior debo partir de lo que conocemos como entereza, que es en sí, la fortaleza para mantener las propias ideas, juicios o
decisiones y que muchos la podrían confundir con la convicción. El mantener entereza ante el poderoso es una de las
cuestiones de mayor dificultad de las mayorías, pues éste último acaba
dominando una relación y decidiendo en ella; es el que es consciente de la
irracionalidad de todos los vínculos y no tiene prurito en manipularlos en
provecho propio, convenciendo al otro de lo que sea. Por ello hay cuestiones
que trata uno de entender en nuestra sociedad, que parecen no tener explicación,
pero que están sustentada en lo que a
menudo sucede en una relación entre iguales una u otra de las partes se acusen
de manipulación. Con ello se pretende decir que quien manipula intenta hacer
creer al otro (dicho de otra manera, intenta convencerlo) de que
su falta de convicción (su desconfianza) en el vínculo va contra sus propios
intereses o de que la relación entre ellas solo es posible si el otro se
convence de que tiene que ser así. Así los manipulados creen tener convicción
aunque traicionen siempre sus principios. Eso ha sucedido con las mayorías
cuando aman y/o sufragan en favor de sus
verdugos o manipuladores. En el amor,
como en el comercio o en la política, el manipulado acaba por convencerse de
que, por canalla o egoísta o cruel que sea el otro, siempre será fiel al
compromiso amoroso, o bien respetará las cláusulas de la transacción, o bien
cumplirá con sus promesas electorales, etc. ¡Y por ello, sigue el país en plena
debacle, gracias a la manipulación de perversos y malvados, asesorados en tener
a las mayorías “dormidos” o adormilados! La argucia del manipulador consiste en
desviar la desconfianza del otro hacia sus propias convicciones, que de lo que
se trata es de desconfiar de lo que siente: el político sin escrúpulos tratará
de convencer a sus decepcionados electores, con frases ¡Pronto todo cambiará! ¿Cuándo
les he fallado? ¡Lo que viene será mejor! Y muchas otras mentiras. El verdadero
poder en una relación se obtiene tras una lucha por la hegemonía de las
convicciones puestas en juego y siempre gana, no el que tiene más fuerza sino
el que se da cuenta de que el poder en una relación consiste en saber
administrar las propias convicciones y las ajenas, lo que, en definitiva, nos
colocará en la posición del manipulador o en la del manipulado. Los que entendemos esta situación, muy pocas veces
estamos en el ánimo de los manipuladores; pues nunca seremos confiables en sus
malas y nefastas decisiones. Los manipuladores, lo primero que destruyen en los
individuos es la entereza, que conlleva la convicción, y así, en esta situación
éstos se convierten en entes leales (cómplices) de todo cuanto efectúen, aún
sean acciones en su contra. Seguramente mis amables lectores, que después de
sensata deliberación y decisión de una
potencial “suerte” que cada uno de nosotros puede labrarse con algún poderoso,
por así decirlo, a someterse a quien tiene poder sobre nosotros y a colaborar
con él para el mantenimiento de ese poder, como resultado de un proceso
reflexivo que desemboca en un acto de convicción, quizá; otra será la
perspectiva sobre nuestra entereza y convicción. Sin convicción (sin
convencimiento) no existe el poder ni la influencia ni la coacción ni la
fuerza. A veces sucede, como en el caso de las relaciones llamadas amorosas,
que la convicción pasa por estar convencido, no de nuestros propios
sentimientos, sino de los sentimientos que el otro nos dispensa o que creemos
que nos dispensa. El reclamo de amor o atención de nuestros manipuladores, no
es tal sino la exigencia de que la propia convicción de ser tomado en cuenta o amado
por el otro. No se demanda atención o afecto sino su prenda que, previamente,
hemos concedido o entregado en custodia al otro al establecer el vínculo. Otras
veces, como en las relaciones de servidumbre o de fuerza, la relación se
alimenta de la convicción de que cualquier resistencia al poder del otro es
inútil y está llamada a fracasar. Naturalmente, las relaciones de poder, tanto
si son económicas como políticas son invariablemente de fuerza, sometimiento o
intercambio, las que pueden combinarse y potenciarse recíprocamente. Quien
destruye reservas y muros de entereza y convicción tiene poder sobre nosotros
y, por consiguiente se debe entender como gesto sumiso y de agradecimiento
habernos sometido voluntariamente a él. Por ello muchos defienden a sus
golpeadores y explotadores de una manera “racional”, basada en lo irracional.
Lo anterior se volverá a repetir en las futuras elecciones que se avecinan a
menos que las fuerzas emanadas de la sociedad civil encuentre una manera de
cambiar esta situación costumbrista y vergonzante ¡Estamos! alodi_13@hotmail.com