LA SANTA INQUISICIÒN
Marco Antonio Figueroa Quinto
Marco Antonio Figueroa Quinto
Al parecer mucho de los actuales mexicanos desconocen atrocidades y desmanes que integrantes del alto clero ejercieron en la época de colonización, los que amparados en la socorrido sotana que les daba impunidad, hicieron que la justicia se convirtiera en botín y privilegio de recomendados, camaradas y dirigentes para beneficios de pocos. Últimamente se nos quiere vender la idea de que solo aquellos instruidos en lides eclesiásticas o religiosas cumplirían con eficiencia la encomienda de acabar con la enorme injusticia que se enseñorea sobre nuestro territorio, cuestión que deja sus grandes interrogantes, actualmente hemos observado como se politiza el fervor a las cuestiones religiosas y en correspondencia se “santifican” los trabajos políticos, lo que parece una reverenda falta de respeto para ambas cuestiones, las que deben continuar separadas y con límites específicos, pues si bien en los orígenes del hombre fue difícil separar tales cuestiones, en la actualidad la sana distancia entre una y otra ha sido en beneficio de ambas actividades, lo que ha propiciado el avance y desarrollo de la humanidad. Pero recordemos un poco cuando estas advertencias son olvidadas, se suceden hechos que avergüenzan a la especie humana, me refiero específicamente a la actuación del Santo Oficio en el paìs, que para su mejor entendimiento nos remontaremos a sus orígenes. Veamos entonces donde surge y porqué: el Concilio de Tolosa, para acabar de destruir la herejía maniquea heredada de Persia, dió lugar a la creación de los llamados “inquisidores de la fe” en 1229, que daría lugar después al llamado Tribunal del Santo Oficio, cuya función fue destruir cualquier signo que fuera contra la religión católica, llegando a convertirse en una de las policías más crueles y severas de cuantas han existido. Sin embargo, la Inquisición o el Tribunal del Santo Oficio no entraron en los reinos de Castilla y León sino hasta 250 años después de que se había establecido en toda Europa. Antes, la vigilancia de los obispos y de otros prelados de la iglesia había sido suficiente para reprimir la herejía, de hecho, hasta la segunda mitad del siglo XV se toleraba que moros y judíos celebraran su culto pacíficamente. Tanto las mezquitas como las sinagogas gozaban de fueros particulares y eran protegidas en sus derechos, aquì narraremos algunos de los excesos que implementaron contra gente de esos lugares antes de llegar a nuestro continente; “La inquisición, declarada Santa de Santa Romana Iglesia como lo son las Cruzadas, aunque si de los hechos existía ya desde los inicios del año 1000, fue oficialmente reconocida y legitimada bajo Papa Gregorio IX en el 1215 en cuanto su estiòn fue dada al orden de los dominicanos fundado por Domènico de Guzmán ( aunque èl santo ) el cuál persiguió los heréticos con un cinismo tal de ser recordado por la historia como uno de los màs sanguinarios verdugos de todos los tiempos. Entre las numerables víctimas de la Iglesia en el período precedente a los avenires de la Inquisición instituida por Inocencio III, queda desgraciadamente en la mayor parte anónimas por la falta de documentos, sobresale la figura de Arnaldo de Brescia quemado vivo en el 1155 bajo el pontificado de Adriano IV por haber denunciado la inmoralidad de la Iglesia. Los papas que siguieron Adriano IV (1154-1159), prometiendo a los perseguidores de los heréticos las mismas indulgencia reservadas a los de las Cruzadas, empujaron a los Católicos a seguir de las verdaderas y propias estrategias como aquellas de Inocencio III que se valió de las milicias de Simón de Monfort para destruir ciudades enteras, como Carcassonne, Tolosa y Beziers, porque los habitantes se habían negado a entregar los secuaces de Valdo (Valdesi). Solamente en Beziers fueron masacrados màs de 7.000 de sus habitantes. Las milicias católicas entraron en estas ciudades sin preocuparse de seleccionar los heréticos de los no heréticos, actuando los inquisidores al grito de: -Mátate a todos porque Dios sabrá después reconocer los suyos-. De recordar que Inocencio III en el último año de su pontificado hizo votar del Consejo Lateramense IV una ley que obligaba a los hebreos a vestirse de amarillo para ser maltratados y expuestos públicamente a burlas. Y muchos se preguntan todavía ¿donde han tenido origen los campos de exterminación nazi?
Bajo el Papa Inocencio IV, sucesor de Inocencio III, las leyes inquisitorias fueron confirmadas y agravadas. Cualquiera que fuera declarado herético venía automáticamente encarcelado y condenado a muerte con la confisca de sus bienes si no hubiere renegado su creencia. Como consecuencia de esta ley, que consideraba la confiscación de los bienes, muchos fueron los hijos que cubrieron a sus padres al acusarlos de herejía a fin que pudieran salvar las propiedades de cual eran herederos. De los centenares de procesos terminados con condenas a muerte, el único que nos ha llegado es aquel en contra de Paolo Joaquín de los Rusconi que fue torturado y quemado vivo cual herético reincidente. Los nombres de los mártires enumerados aquì de seguido en los varios pontificados que se subsiguieron, siendo tratados por pocos documentos que quedaron, no son que una mínima parte de cuantos fueron en realidad asesinados por la Santa Madre Iglesia. En la lista están aunque tres mártires asesinados por haber celebrado la misa habiendo dejado el sacerdocio (se encuentra subrayado en los pontificados de Pablo VI – Urbano VIII – Clemente XIII). Para comprender la criminalidad de este Papa (santo), basta decir que cuando los patriotas de la unificación italiana entraron en las cárceles pontificias para librar algunas decenas de prisioneros que vivían encadenados de asì mucho tiempo de haber perdido la vista y el uso de sus piernas, encontraron en aquellos subterráneos muchos esqueletos y cadáveres en descomposición en un mixto de túnicas de frailes y de monjas , de vestidos civiles de hombres y de mujeres , uniformes militares y zapatos como cuando fueron librados los campos de exterminios nacistas. También fueron encontrados juguetes de niños muertos juntos a sus respectivos padre”.
En América, el Tribunal del Santo Oficio se estableció por primera vez en la isla de Santo Domingo, llamada en ese entonces La Española, gracias a que el cardenal Adrián de Utrech, regente del reino e inquisidor general de España, extendió el nombramiento de inquisidor de todas las tierras descubiertas y a descubrir a don Pedro de Córdoba, residente de dominicana. Tres años después de consumada la Conquista de la Nueva España, fray Martín de Valencia, franciscano evangelizador, fue nombrado por Pedro de Córdoba comisario de la Inquisición en México. Aunque los franciscanos no tenían ni bula ni permiso para ejercer ese oficio que era y había sido siempre privilegio exclusivo de los dominicos. Ese primer inquisidor ejerció suavemente el empleo, hasta que a la muerte de Córdoba, llegó de España fray Vicente de Santa María, un dominico. En 1535 el inquisidor general de España y arzobispo de Toledo, Alfonso Manrique, expidió el título de inquisidor apostólico al primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Aunque este no creyó prudente establecer aún la Inquisición en México, cometió el tremendo error de formar proceso a un indio, señor principal de Texcoco, bautizado ya con el nombre de Carlos y nieto de Netzahualcóyotl, a quien acusó de seguir sacrificando víctimas a sus dioses. El inquisidor apostólico lo mandó a quemar vivo en la plaza pública el 30 de noviembre de 1539 para convertirlo en la primera víctima del Santo Oficio en la Nueva España. Zumárraga recibió regaño y castigo porque en las disposiciones reales y las reglas del Santo Oficio, se estipulaba que no se podían ejercer rigor ni pena contra los cristianos nuevos de la raza india.
Sin embargo, no fue hasta 1571 que el doctor Moya de Contreras, inquisidor mayor de la Nueva España estableció en México el Tribunal de la Fe, este año, se considera oficialmente, como el del establecimiento del Santo Oficio en México.
Fray Tomás de Torquemada, pariente de Juan de Torquemada, el ilustre fraile que se ocupó de la historia indiana de México, fue uno de los más crueles inquisidores de España, Fue él quien desarrolló las reglas más crueles y estrictas para el Santo Oficio, reglas que se siguieron al pie de la letra en México. Entre sus disposiciones estaba que el secreto de los testigos fuera inviolable, que se adoptara el tormento y la confiscación de bienes, que en un corto período de gracia los acusados se denunciaran a sí mismos y abjuraran de sus errores, que se recibieran las denuncias de padres contra hijos y de hijos contra padres y que se permitiera la separación del derecho común y del orden de proceder en todos los tribunales conocidos. Luis González Obregón calcula que se pronunciaron 51 sentencias de muerte en los 235 o 242 años en los que funcionó en México el Santo Oficio, pero esta puede ser una conjetura: Llorente dice, por ejemplo, que sólo en 1481 hubo 21 mil procesos y hasta quienes sostienen que la Inquisición no quemó a nadie en tierras mexicanas. Sin embargo, es muy probable que todos se equivoquen o que el más aproximado en sus cálculos sea González Obregón ya que, por ejemplo, en el caso contra Luis de Carvajal, uno de los más célebres de México, murieron ocho personas, siete de ellas en la hoguera y una en el garrote vil.
Las penas impuestas a los reos de delitos que no se castigaban con la muerte eran generalmente “el auto, vela, soga y mordaza y abjuración de Levi”, y a veces también el destierro. Eran de rigor, eso sí, 100 o 200 azotes. Entre los delitos figuraba no sólo el renegar de Dios, de sus santos y la Virgen, sino también el amancebamiento, la fornicación y la sodomía. La indumentaria denunciaba al reo y así lo segregaba: a los judaizantes, por ejemplo, se les condenaba a llevar ad perpetuum, un hábito penitencial amarillo con dos aspas coloradas de San Andrés: es lo que llamaban el sanbenito. Remataba el atuendo un gorro de papel en forma cónica, color azafrán. Para indicar que un preso iba hacia las cárceles del Santo Oficio se decía que “se lo habían llevado en la calesita verde”. Durante la Colonia al edificio de la Inquisición, después la Escuela de Medicina, se le llamó la “casa de la esquina chata”. El Patio de los Naranjos era el de las prisiones y estas celdas medían, por lo general, 16 pasos de largo y 10 de ancho, contaban con dos puertas de un grosor bastante importante, un agujero con rejas dobles donde entraba escasamente la luz y una tarima de azulejos que hacía las veces de cama. Las cortes generales y extraordinarias que decretaron en España la abolición de la Inquisición, sesionaron el 8 de diciembre de 1812, y el decreto se pronunció en México en 1813, sin embargo quedó definitivamente abolida hasta 1820. Ante semejantes atrocidades los amantes de la libertad, la igualdad y la justicia no debemos permitir que tales hechos vergonzosos se vuelvan a repetir, pues ello consistiría en regresar a tiempos de oscuridad y barbarie, lo que muchos gobernantes no entienden y se exhiben tal cual es su ignorancia en festividades litúrgicas, tentando a las fuerzas retrógradas a volver por fueros y privilegios, a los que siempre nos opondremos. ¡Estamos!
<< Home