¡HAY DE MÉDICOS A MÉDICOS!
Marco Antonio Figueroa Quinto

“Una de las grandes enfermedades es no ser nadie para nadie” Madre Teresa de Calcuta

Otro de los aspectos de gran importancia en las sociedades actuales es el renglón de salud, que similar al de educación, contribuye a un clima de tranquilidad, bienestar y superación de sus pobladores, lo que no siempre ocurre, por diversas razones, pero principalmente por la falta de vocación de muchos de sus operarios, que llenos de soberbia, ambición y completamente deshumanizados siguen causando daños a quienes se cruzan por su camino. ¡Afortunadamente para todos, estos son los menos! En nuestros recorridos por las distintas dependencias públicas de salud podemos constatar, que pese a la poca calidad moral y ética de algunos médicos, hay otros más, que se yerguen como auténticos paladines del ejercicio serio de la medicina. Desde los tiempos de la antigüedad la medicina toma un cariz científico y se establece la observación clínica como base de la terapéutica; se explicaban las enfermedades por el desequilibrio de los cuatro humores corporales: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema, cuya perfecta armonía está regida por la vix naturae (fuerza de la naturaleza), correspondiendo al médico restablecer dicho equilibrio mediante la corrección de los humores deficientes o sobrantes. Surge en ese entonces un hombre que revolucionó este quehacer: Hipócrates, quien nació en la isla de Cos en el 460 AdeJ, falleciendo en el 370 AdeJ., dejando sabias enseñanzas no solo de la medicina, sino éticas, como el Juramento hipocrático, que es una declaración de carácter ético profesional, cuya enunciación al principio de la carrera del médico ha empezado a extenderse desde el siglo XIX; que señalaba, entre otras cosas, que el médico debe contar con un carácter honesto, calmado, comprensivo y serio. Mientras que el juramento se utiliza raramente en su forma original, los derivados de éste, ajustados a los criterios modernos, se toman hoy y sirven como base para juramentos y leyes que definan buenas prácticas y moralejas médicas. Algunas frases como enumeraré han perdido vigencia, sostenidas por cuestionables reformas, ejemplo de ella es la siguiente: “No me avendré a pretensiones que afecten a la administración de venenos, ni persuadiré a persona alguna con sugestiones de esa especie; me abstendré igualmente de suministrar a mujeres embarazadas pesarios o abortivos”. Asunto que siempre será cuestionable y de interpretación de criterios, pero en lo que nunca se debe dudar para cumplir, pues tendrán vigencia plena siempre es la siguiente: “Fijaré el régimen de los enfermos del modo que le sea más conveniente, según mis facultades y mi conocimiento, evitando todo mal e injusticia”, cuestiones que no siempre se cumplen, pues hay seguidores de Hipócrates y Galeno que deberían de estar atendiendo un rastro y no al cuidado de la salud de sus diversos pacientes, que impacientes ven como ocupan su tiempo en superficialidades en lugar de interesarse en el mejoramiento de los enfermos, son tan estúpidos, que no ven, que del cuidado y mejoramiento de éstos dependerá grandemente su futuro, lo que si advierten los buenos médicos: aquellos que se quita uno el sombrero al escuchar su nombre o al saber que emiten una sabia opinión. Esos que ecuánimes pero con decisión llevan a planos superlativos su actividad profesional, recibiendo bendiciones y parabienes que seguramente se derramarán entre sus seres queridos, teniendo respeto no solo por sus semejantes, sino sabio temor a la voluntad del creador. Así mismo existe dentro de estas dependencias, influyentismo creado por los referidos y nefastos médicos, que elijen –no se cuales sean sus intereses malsanos- a quien dar atención y a quien omitirle aunque sea un saludo ¡Descastados! Para concluir esta reflexión, externaremos una experiencia grata, que refleja la buena voluntad de un buen galeno, a los malos los dejamos para otra ocasión. “Mientras el cirujano llevaba a cabo los preparativos necesarios para la operación, parecía confiado, pero un poco nervioso. Luego, emprendiendo el camino hacia el quirófano, se detuvo un momento e inclinó la cabeza (mientras hacía una breve oración en su interior). Más tarde durante la operación, sus manos se veían sin nervios. Se veían tranquilas. Al expresarle la sorpresa de que un cirujano elevara una oración antes de la cirugía, al creer que un cirujano confiaba en su propia capacidad. ¡Un cirujano es solamente un hombre! Fue la contestación del médico. No puede hacer milagros por sí mismo. Estoy seguro que la ciencia no podía haber avanzado tanto, si no fuera por algo más fuerte que el solo hombre”. Este comentario pretende una toma de conciencia para mercenarios, mezquinos y nefastos tipos incrustados en las huestes hipocráticas, y cambien de actitud y procedimientos, pues podrán engañar y engañarse ellos mismos, más nunca al creador que no solo todo ve, sino que juzga y castiga. Espero nunca les toque a estos malandrines enfermarse y ser atendido por un homólogo, pues ahí pagarán todo el mal que causan. ¡Estamos! alodi_13@hotmail.com