¿ES NECESARIO LLEGAR A INMOLARSE PARA QUE EL GOBIERNO NOS HAGA CASO?

En Veracruz ni eso es válido ¡Que poca!

Por Marco Antonio Figueroa Quinto

* De Ramiro Guillén Tapia a Mohamed Bouazizi: Diferencia de idiosincrasia
* Lo que en otros países es signo de valentía y heroísmo, aquí es trivialidad
*La reacción social en otras latitudes será siempre una afrenta para los veracruzanos
* De que sirve desgarrarse vestiduras si hemos sido indiferentes e indolentes



Recuerdo con un dejo de nostalgia mi paso por la Respetable Logia Simbólica “Unificación No. 4” que trabaja los miércoles por la noche a la gloria del G:.A:.D:.U:. en la calle de Juárez No. 11 –el punto geométrico conocido-, a mi llegada entendí que se estaba generando internamente una etapa de transición en esa confraternidad, donde la mayoría de sus integrantes eran personas pertenecientes a la tercera edad, entre otros llegan a mi memoria Marcio Avelino Bolaños Salamanca, Efraín Othón Rebolledo, Augusto Hernández Casco y David Rodríguez entre otros que descansan en el Eterno Oriente, los que tenían la responsabilidad de que los trabajos que se efectuarán tuviesen la ortodoxia que los rituales exigían, esa era la primera enseñanza. Al cabo del tiempo necesario fui ungido como Venerable Maestro, después de haber avanzado en la enseñanza y ritualismo; donde lo único que nos identificaba es, la creencia en Dios. Pensando en aplicar todas estas enseñanzas milenarias que se pregonaban dentro de esta institución a la gente que no tenía la posibilidad de su acceso –profanos son llamados-, primero en el medio inmediato y posteriormente a todo aquel que desease escucharlo; ya que se habla de los ideales universales (Libertad, Igualdad y Fraternidad), del convencimiento de cada uno en ellos y el amor a nuestra humanidad, uno de estos grandes maestros se me acercó y expresó lo siguiente: “Para creer en alguien aquí en nuestro medio, solo que te rociarás con gasolina y prendieses un cerillo a tu cuerpo, sólo así creerían en ti, y creo que ni así” Esas palabras calaron hondo en mí, tales aseveraciones se hicieron realidad al observar la inmolación de Ramiro Guillén Tapia, quien logró explicar la causa de su inmolación: “Lo hice porque no sirve el Gobierno, sólo son engaños y yo tenía que responder a mi pueblo popoluca”. Andrés Cruz, integrante del Comité regional pro defensa de los derechos humanos en el Sur de Veracruz, que encabezaba Guillén Tapia, agregó que el engaño a que éste se refería consistía en la cancelación de citas del gobernador (¡Claro! No podría ser otro que Fidel Herrera Beltrán) con el grupo campesino de que forman parte. El martes mismo se habría cancelado un encuentro en que los populucas del ejido de Ocozotepec, en el municipio de Soteapan, en el Sur veracruzano conocerían la solución a un conflicto de tierras que han padecido durante décadas. En el Gobierno veracruzano reaccionó con displicencia ante el sacrificio del dirigente populuca. Para un funcionario de segundo rango en la secretaría de Gobierno, Valentín Arrieta Sanromán, se trató de un “mero afán protagónico”, como si privarse de la vida y del modo atroz en que lo hizo Guillén Tapia fuera una trivialidad. En cambio en otras latitudes, tenemos la experiencia de Mohamed Bouazizi, quien era egresado de la carrera de informática pero a pesar de sus esfuerzos no conseguía trabajo. Huérfano desde muy pequeño, era el mayor de 7 hermanos y responsable del sustento de toda la familia, incluida su madre. Cierto día, las autoridades de la ciudad tunecina de Sidi Bouzid le impidieron instalar el carrito con el que vendía frutas y legumbres en la vía pública; se sabe que además se lo confiscaron, algo realmente trágico si se considera que se trataba de la única fuente de sustento para él y los suyos. Para colmo, una inspectora municipal lo golpeó en la cara y los policías, además de burlarse de él, le escupieron una y otra vez, como forma de desprecio. Después de varias visitas infructuosas al ayuntamiento, Mohamed decidió “que valía más la pena morir que vivir en la miseria”. El pasado 17 de diciembre se roció de gasolina y se prendió fuego, causándose las quemaduras que acabarían matándole, aunque no inmediatamente, sino hasta principios de enero. La reacción social no se hizo esperar: la furia contenida por los excesos del presidente Ben Alí y su familia durante 23 años continuados de gobierno represor, finalmente estalló. Así, la hoy célebre “Revolución de los Jazmines” acabó derrocando al dictador, con sorprendente rapidez. Bouazizi Jamás se imaginó que sería el detonador, por lo menos el visible, de una serie de manifestaciones que hoy tienen en jaque a una docena de naciones del mundo árabe, que quitó del gobierno egipcio a otro dictador sempiterno -Hosni Mubarak-, que ha producido una guerra civil en la que Muamar Kadhafi actúa con brutal salvajismo (bombardeando con la fuerza aérea a la población civil) intentando aferrarse a un poder ejercido durante 42 años y que inevitablemente perderá, no sin costo de sangre. Pero aquí en Veracruz, donde la impunidad de muchos, la arrogancia y altanería de los actuales funcionarios sigue, parece que “Aquí no pasa nada” ¿Quién se cansará primero: El pueblo de seguir soportando tanta fatuidad o el gobierno por enmendar miles de anomalías? ¡Claro que usted tiene toda la razón! ¡Estamos! alodi_13@hotmail.com