UN PAÍS DE VILEZAS
Marco Antonio Figueroa Quinto

En verdad que nuestro país es especialmente singular, es quizá uno de los pueblos del mundo que mayor envilecimiento ha tenido a través de su historia. No solo se han tenido que inventar héroes en los caudillos de las distintas guerras internas que hemos tenido en la lucha por el poder (sino que ahora se venera a saqueadores y tipos audaces, que con prebenda públicas sorprenden al mundo con sus riquezas mal habidas), a través de nuestro desarrollo y camino, primero nuestra independencia y luego las reformas constitucionales, la revolución, el maximato, la guerra cristera y quizá las guerrillas urbanas y serranas. Eso sin contar todo lo que aconteció en las etapas de la conquista, que implorando el nombre de Dios; el Santo Oficio y el Tribunal de la Santa Inquisición se cometieron los crímenes más espantosos y espeluznantes de que se haya memoria. Superando con creces lo que se escribió sobre los pueblos dueños de estas tierras antes de la llegada de los españoles. Actualmente la mayoría de los mexicanos nos encontramos en medio de una lucha sorda y que parece intensificarse más cada día, dos tipos de mexicanos miserables que han tomado el territorio nacional como escenario de sus bajas acciones, que son el resultado de sus altas ambiciones y negros resentimientos. Por un lado las familias poderosas del país, con el beneplácito de las autoridades de todo nivel (federal, estatal e inclusive municipal), poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y partidos políticos, que con el pretexto de seguir recibiendo migajas y prebendas –no solo para ellos, sino para sus descendientes, familiares, amigos y servidumbre- muchas veces inconfesables; continúan impune saqueo contra las mayorías, no solo con los monopólicos servicios de todo tipo, sino con el irrefrenable saqueo de todas las riquezas, incluyendo el abuso de la mano de obra, la que han minimizado, vilipendiado y explotado, orillando a muchos de nuestros mejores hombres y mujeres a emigrar a otros lares, donde se les reconozca capacidad, inventiva e inteligencia, ya que al manejar los principales medios de comunicación y difusión, resaltan solo méritos de su gente, que instruidas en escuelas privadas y del extranjero, serán por siempre los salvadores de todo cuanto acontece en este sufrido país, teniendo patente de corzo para seguir la oprobiosa sumisión de los demás y disfrutando de lo mejor que podemos poseer. En el otro extremo se encuentran los violentos, los que desean lo mismo pero no tienen ni cuentan con las sutiles herramientas de los primeros, que con sus relaciones y diplomacias hacen lo mismo pero amparados con la ley. Éstos, que sufriendo explotaciones, humillaciones, desdenes y desaires, se organizan para crear un ambiente de terror en todos los ámbitos, solo amparados por sus cargos, que de mandos medios para abajo se protegen en las filas oficiales de las fuerzas del orden, para obtener lo que los otros obtienen sin estos festines de sangre y dolor: secuestros, asaltos, robos, timos, piratería y muerte (de todos es sabido quienes tienen acceso a las armas y portarlas en el país impunemente). A todo esto, hombres y mujeres pensantes del país buscan formas de mostrar su inconformidad con marchas, protestas y acciones contrarias a los de estos malvados, que ante la desesperación hayan respuesta ante la masa poblacional como un escape a la angustia, temor y dolor que a las familias mexicanas aqueja, pero solo queda en eso ¡Simples protestas, dirían los perversos! De igual manera hemos observado como la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha emitido ofensivos dictámenes contra la clase trabajadora, que con carácter retroactivo vulnera conquistas y derechos que muchos habían logrado a base de esfuerzo, esmero y dedicación, claro ejemplo de ello es la referida Ley del ISSSTE, que a este respecto, el presidente de tal organismo se opone a sus similares, que todo$ juntos tuvieron mayor peso para consumar esta afrenta ¿Qué pasó en éste país para que hasta el colectivo de personas que merecía –y tenía– toda nuestra compasión, nuestro respeto y nuestro apoyo se haya convertido en uno de los grupos más irrazonables, verbalmente agresivos y –lo que es peor– temible? Desde que un grupo de malos mexicanos se puso al frente de esta gran nación ésta ha pasado a ser -para gran parte de la población-, algo con lo que más vale no buscarlos ni encontrárselos en la calle, y yo no sé hasta qué punto sus miembros más sensatos, menos manipulados y envenenados –aún habrá muchos, espero–, se dan cuenta del flaco favor, incluso del enorme daño, que nos están haciendo al utilizarlos principalmente como “brazo manifestante” de la “Justicia”.
Otros de los grupos recalcitrantes y que manipulan a un gran sector de la población ha sido vulnerado, no solo en sus pertenencias sino entre sus familias, lo que ha desatado contraofensiva a sus mismos aliados, que no han podido detener esta avalancha de violencia y terror, de miles de seres miserables, tan pobres que lo único que tienen y buscan acrecentar es dinero. Hemos oído contar muchas veces a personas de nuestra sociedad que los motivos para sacar a alguien de su casa y darle el paseo eran a menudo proporcionados por los miembros del clero, lo que parece un absurdo ¡Hasta donde estamos llegando! Y eso ha bastado para que éstos se vengaran por ello y se ensañaran contra algún miembro de la familia. Lo que nos parece grotesco y fuera de toda razón y equilibrio. Hay que ver, que cualquier atentado que se haga contra la población es aberrante, por ello necesitamos en principio reconocer que toda la población mexicana es lesionada constantemente, que los poderosos siguen explotándonos irracionalmente, que nos venden servicios de tercera a precios de primera y que los salarios que ofrecen más que humillantes son un insulto a la inteligencia. Independientemente de las otras víctimas, que son más visibles. Una vez más nos referimos, que a las víctimas hay que compadecerlas, alentarlas, ayudarlas, procurar que reciban justicia y resarcirlas en la medida de lo posible, porque pagaron y sufrieron en nombre de todos. Pero ser víctima no da la razón, ni nos hace más sabio, ni convierte a nadie en santo, ni lo exime de su obligación de respeto hacia los demás ciudadanos. Si una víctima delinque, no por eso deja de ser víctima, pero pasa a ser también un delincuente. Por ello, a la ciudadanía se le pide ecuanimidad, tolerancia y criterio para paliar tales males sociales (antes solía proponer: En las elecciones propugnemos por el cambio, pero en este país, todos los políticos son iguales, así que esta tampoco es una solución razonable), no convertirnos en energúmenos, intolerantes, miserables y en enemigos de la libertad, ya que a eso nos conduce a planos peores de lo que se critica, punto de apoyo para esos perversos, que pretenden quedarse con todo, hasta con nuestra conciencia, lo que no lograrán ¿O si? ¡Estamos! alodi_13@hotmail.com