CAMBIOS EN EL GABINETE ESTATALVERACRUZANO
Marco Antonio Figueroa Quinto
Marco Antonio Figueroa Quinto
“Para el gobernador que pretende sabérselas de todas, todas: Fidel Herrera Beltrán”
Al enterarnos de los potenciales cambios en el gabinete estatal, que gente muy cercana al ejecutivo estatal de nuestra entidad veracruzana da a conocer, se presta tal información para que reflexionemos y nos demos cuenta que a toda acción resulta una reacción de igual intensidad. Quizá muchos de los que mayormente festejen los triunfos del fidelismo en el territorio veracruzano después de estas elecciones del dos de septiembre, sean finalmente los grandes perdedores. ¡Cosas veredes! Lo que motivo a rescatar uno de los mejores cuentos para pensar de Jorge Bucal, cuyo título “El temido enemigo” nos acerca a la realidad de la política actual, donde se rumora, que valía más gobernar con enemigos en casa –donde se podía controlarles- que dejarlos sueltos. Veamos pues este interesante cuento. “Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba mucho sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía solo con tenerlo, él necesitaba, además, que todos lo admiraran por ser poderoso. Así como a la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era. Él no tenia espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él era el más poderoso del reino. Invariablemente todos le decían lo mismo: Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él conoce el futuro. (En aquel tiempo, alquimista, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran llamados, genéricamente "magos” ¡Hoy son operadores!). El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenia fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí. No decían lo mismo del rey. Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no Era justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso. Un día cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era El mago, o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan: Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago. Después de la cena, pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría al mago si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que si, confirmando el motivo de su fama El rey estaba seguro de que elegiría la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, ya que se había equivocado en su predicción. Se acabaría, en una sola noche, el mago y el mito de sus poderes. Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó. Después de la gran cena, el rey hizo pasar al mago al centro y le preguntó: ¿Es cierto que puedes leer el futuro? Un poco- dijo el mago. ¿Y puedes leer tu propio futuro? Un poco- dijo el mago. Entonces quiero que me des una prueba – dijo el rey- ¿Qué día morirás? ¿Cuál es la fecha de tu muerte? El mago se sonrío, lo miro a los ojos y no contestó. ¿Que pasa mago? –Dijo el rey sonriente -¿No lo sabes? ¿No es cierto que puedas ver el futuro? No es eso – dijo el mago – pero lo que sé, no me animo a decírtelo. ¿Cómo que no te animas? – Dijo el rey - Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino saber cuando perderemos a su personaje más eminente. Contéstame pues, ¿cuando morirá el mago del reino? Luego de un tenso silencio, el mago lo miro y dijo: No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un Día antes que el rey. Durante unos instantes, el tiempo se congelo. Un murmullo corrió por entre los invitados. El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago. Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza. Se dio cuenta de que se había equivocado. Su odio había sido el peor consejero. Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado. Me estoy sintiendo mal – contestó el monarca –voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido. Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones. El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte. ¿Habría leído su mente? La predicción no podía ser cierta. Pero ¿si lo fuese? Estaba aturdido. Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a casa. El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta: Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales. ¡Majestad!.Será un honor... – dijo el invitado con una reverencia. El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al Mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y custodiasen su Puerta asegurándose de que nada le pasara. Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si al mago le hubiera caído mal la comida, o si hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera legado la hora. Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado. Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta, necesitaba una excusa. Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa. El rey, casi sin escuchar la respuesta, alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más, supuestamente, para "consultarle" otro asunto (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara). El mago – que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados – aceptó. Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente. No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejeros de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolo en cuenta en cada una de sus decisiones. Pasaron los meses y luego los años. Y como siempre estar cerca del que sabe vuelve al que no sabe, más sabio. Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo. Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder. Empezó a aprender que la humildad también podía tener sus ventajas. Empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa. Y sucedió que el pueblo empezó a quererlo, como nunca lo habían querido antes. El rey no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar. El rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos. Hasta que un día, a más de cuatro años de aquella cena, sin motivo, el Rey recordó. Recordó que este hombre, a quien consideraba ahora su mejor amigo, Había sido su más odiado enemigo. Y se dio cuenta de que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse hipócrita. El rey tomó coraje y fue hasta le habitación de mago golpeó la puerta y apenas entró, le dijo: Hermano mío, tengo algo para contarte que me oprime el pecho. Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón. Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte frente a cualquier cosa que me dijeras, quería que tu muerte inesperada desmitificará tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban. Estoy muy avergonzado. El rey suspiró profundamente y siguió: Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somosamigos, y más que amigos, hermanos, me aterra pensar todo lo que hubieraperdido si lo hubiera hecho. Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin ocultamientos. El mago lo miró y le dijo: Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo, pero de todas maneras, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único queme permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y acariciaste con la mano el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta ser adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer. – el mago sonrió puso su mano en el hombro del rey.- Como justa devolución a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí...Te confieso que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender, quizás la mas importante cosa que yo te haya enseñado: Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta De nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles y sin embargo, si nos damos tiempo, terminamos dándonos cuenta de los mucho que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos. Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes. El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentía en esta relación que habían sabido construir juntos. Cuenta la leyenda que misteriosamente esa misma noche... el mago...murió durante el sueño. El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente.... Y se sintió desolado. No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en este mundo. Estaba triste por la muerte de su amigo. ¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey le pudiera contar esto al mago justo la noche anterior a su muerte? Tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para poder quitarle su fantasía de morirse un día después. Un último acto de amor para liberarlo de sus temores de otros tiempos. Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago. Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como sólo se llora ante la pérdida de los seres más queridos. Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación. Cuenta la leyenda...que esa misma noche... veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía, quizás de casualidad, quizás de dolor, quizás para confirmar la última enseñanza de su maestro. La moraleja de tal cuento, que en nada se asemeja a la vida real es, que hay cosas y cuestiones inexplicables en la vida que se cumplen, solo falta que todo llegue a su tiempo. Los cambios en el gabinete son una enorme prueba para nuestro gobernador, lo que seguramente repercutirá en los destinos de los veracruzanos, los que todavía no logramos lo que realmente merecemos. Pero dicen que “El esfuerzo continua” ¡Veremos! ¡Estamos! alodi_13@hotmail.com
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