ADULADORES PROFESIONALES, FIASCO DE HOMBRES

Marco Antonio Figueroa Quinto


“Todos los hombres son diferentes, y deben hacer lo posible por continuar siéndolo” PAULO COELHO



Hace unos años sorprendido observé y escuché a un par de hermanos como se comportaban ante los poderosos, advirtiendo que estos ostentan profesión digna, la que les daba y da la posibilidad de vivir honestamente de su trabajo y con esfuerzo alcanzar la cúspide, esa cima que representa el éxito y meta de muchos. La reverencia y zalamería que utilizan ante la gente de poder solo es comparable con la que utilizan las meretrices para convencer a un potencial cliente, de verdad es triste observar como algunos tratan de imitar a los gusanos que tienen que reptar para llegar a una meta, un objetivo o un puesto público, teniendo la –ya no de volar como las águilas, que su propia naturaleza les da la suficiente capacidad de llegar a las referidas cúspides, pero las desdeñan, por representar espacio para defecar y transformarse- oportunidad de ir erguido y lograrla por méritos propios" lo que se hace inconcebible. Tipos que al ser descubiertos en sus traumas y problemas ancestrales, emprenden represalias y venganzas de la manera más vil y cobarde, que escudándose con sus protectores atentan contra los seres más vulnerables de la persona que los hace ver en su exacta dimensión, ya que la cobardía que anida en su alma, no les permite encarar frontalmente al que supuestamente les ofendió. ¿Conoce a tipos así? Claro, de todo hay en esta viña del señor, y todavía tienen el descaro que acercarse a uno y decir con aires de suficiencia y autoridad “Si fueses condescendiente con fulano o sutano, seguramente tu vida mejoraría, deja tus luchas para otros, el idealismo no da de comer” ¡Estúpidos! claro que con palabras suaves ponemos a estos lacayos en su lugar, lo que nos recuerda un bello pasaje en la vida de Diógenes, que estando comiendo un plato de lentejas sentado en el umbral de una casa cualquiera. No había nada en toda Atenas más barato en comida que el guiso de lentejas. Dicho de otra manera, comer guiso de lentejas era definirse en estado de la mayor precariedad. “Pasó un ministro del emperador y le dijo: ¡Ay! Diógenes, si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas. Diógenes dejó de comer, levantó la vista y mirando al acaudalado interlocutor profundamente, le dijo: Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador.” de igual manera pasa con tipos como este triste ministro, que para ellos su vida es pasarla al lado del poderoso, sin importarles ideas, convicciones y valores ¡Pobres entes! aunque ellos se sienten triunfadores para muchos solo representan menos que ¡Puaf!
De las represalias surgidas de sus enojos, ira y frustración, lo mejor es ignorarles, esa es la mejor acción que un hombre prudente debe hacer, sino veamos otra enseñanza, esta venida del lejano oriente, que inicia así: Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Conocía la reputación del samurai y fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos -ofendiendo inclusos a sus ancestros-. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible.Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: ¿Cómo pudiste maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros? El anciano maestro samurai respondió: Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y Uds. no lo aceptan, a ¿quién pertenece el obsequio? A quién intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos. -Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos-dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quién los llevaba consigo. Las enseñanzas que se adquieren a través de la experiencia nos hacen ver a estos tipos serviles, como realmente han sido, son y serán, inclusive al escudarse en el triunfo de sus “amos” los hace ver más grotescos y ridículos. Estos nunca contenderán para algún puesto de elección, sino tienen la seguridad de ganar, por ello no dudan de seguir de rastreros, zalameros e indignos, con el triunfador ¡Infelices! Los aduladores existen mientras otros soberbios se rodeen de cortesanos, que no dudarían de vender a su progenitora con tal de no perder canonjías, lo que demuestra quienes son ellos. ¡Curioso verdad! ¡Estamos!
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